Después de una pausa de dos semanas, por fin me decidí a sacar de la mochila mi diario junto con el paquete de plumines de colores, listo para dejar que mi mente corra libre por las palabras.
El primer día del año me pareció como una página en limpio, y trescientas sesenta y cuatro más esperando su turno. Para tan importante ocasión tomé diferentes colores para cada idea que iba plasmando: un nuevo ciclo, la vida no espera, hoy es el día, agradece el nuevo día, bla, bla, bla…
Satisfecho, cerré mi diario y continué con mi día, armado con la intención de sacarle el máximo provecho a este día; no más pereza, la flojera es cosa del pasado, estoy listo para exprimir hasta la última gota de provecho de este día.
Esta mañana, mientras revisaba la publicación de un familiar, me topé con éste fragmento de un poema:
1 de enero
No es un mal día.
Sólo es el único día del año en el que el mundo, todo-el-mundo, te va a recordar que el tiempo pasa, que las oportunidades se pierden, los amores se van entre los dedos como aguanieve.
La gente se muere pese a quedarse siempre en nuestro corazón, y la gente buena también se muere.
Nos quedan palabras como:
Océano, imprenta, amiga, madre, regalo, animal, horizonte, atardecer…
